The Gospel, Spanish, p. 23
El Evangelio, español, p. 23
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ENTONCES, ¿SEGUIREMOS EN EL PECADO?
Aunque ningún pecado priva al creyente de la vida eterna que le fue otorgada gratuitamente una vez y para siempre, el pecado trae consecuencias graves tanto en esta vida como en la venidera.
Primeramente, hay consecuencias naturales del pecado.
Una persona que se emborracha se puede matar a sí misma o a alguien en un accidente de tránsito. Uno que participa en actividades inmorales puede contraer SIDA y morir. El conocer a Cristo como Salvador libra al hombre de ir al infierno pero no de las consecuencias de haber vivido una vida pecaminosa y necia (Gálatas 6:7-8; Santiago 2:14-17).
En segundo lugar, hay consecuencias eternas del pecado.
Recibir un boleto gratis a un evento deportivo garantiza la entrada al estadio, pero no garantiza un buen lugar en primer fila. De igual manera, recibir el regalo gratis de la vida eterna por la fé en Jesucristo, garantiza la entrada al reino eterno de Dios, pero en ninguna manera garantiza una posición exaltada. Nuestra “posición” en el cielo y los premios dependen totalmente de la vida santa y las obras buenas que aquí hagamos
(1 Corintios 3:11-17; 9:24-27; 2 Corintios 5:10-11).
Mientras los placeres del pecado en esta vida parecen ser más importantes que la esperanza futura de galardones en el cielo, las Escrituras enseñan que los que cambian su “herencia” (sus galardones futuros en el cielo) por los placeres pasajeros, algún día se lamentarán cuando vean los premios gloriosos que perdieron (Hebreos 12:14-17; Lucas 19:11-27; Mateo 25:14-30)
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